viernes, 21 de septiembre de 2018

Fisiopatología del Sistema Reproductor








2. fisiopatología del sistema reproductor

 Síndrome de ovario poliquístico




síndrome de ovario poliquístico
(sopq)



El síndrome del ovario poliquístico (SOPQ) es un trastorno endocrino frecuente, de causa desconocida, que afecta al 3-12% de las mujeres en edad reproductiva de los países occidentales.
 Este trastorno se caracteriza por problemas ginecológicos como amenorrea y otras irregularidades menstruales, anovulación, ovarios grandes con múltiples quistes e infertilidad.
 Otros síntomas generales son acné, hirsutismo (vello corporal excesivo o con una distribución anormal), calvicie de tipo masculino, obesidad y apnea del sueño.

Fisiopatología
Entre las alteraciones bioquímicas y endocrinas de las mujeres con SOPQ se encuentran concentraciones elevadas de andrógenos (deshidroepiandrosterona, testosterona y androstenodiona), hiperlipidemia, hiperinsulinemia (secundaria a resistencia a la insulina) y tolerancia a la glucosa alterada.
 El hiperandrogenismo es el responsable de muchos síntomas del SOPQ, como las alteraciones menstruales y reproductivas, el hirsutismo y el acné. A su vez, las concentraciones elevadas de andrógenos parecen deberse, al menos en parte, a la hiperinsulinemia, que desencadena el aumento de la producción de andrógenos. De modo que aquellas intervenciones dirigidas a mejorar la resistencia a la insulina y la hiperinsulinemia podrían revertir parte de las manifestaciones del SOPQ.
La resistencia a la insulina observada en mujeres con SOPQ es única en cuanto a que aparece de forma independiente (hasta cierto punto) del peso corporal, y no siempre se corrige con la pérdida de peso.
 Parece deberse a una alteración posrreceptora en una vía de señalización mediada por la insulina.
 El tratamiento habitual del SOPQ incluye dieta y ejercicio para favorecer la pérdida de peso. En mujeres obesas, la pérdida de peso podría mejorar la resistencia a la insulina, reducir las concentraciones de andrógenos y el hirsutismo, y restablecer la ovulación en algunos casos.
 Históricamente, se han recomendado dietas con bajo índice glucémico sin datos de su eficacia clínica. Sin embargo, podría ser importante tener en cuenta la capacidad de los hidratos de carbono dietéticos de aumentar la respuesta glucémica posprandial para optimizar los resultados metabólicos y clínicos en el SOPQ. Además, independientemente de la pérdida de peso, las dietas con bajo índice glucémico parecen lograr mejores resultados globales, incluidos reducción de la resistencia a la insulina, mayor regularidad menstrual, mejores puntuaciones emocionales (en un cuestionario diseñado para detectar cambios en la calidad de vida) y disminución de los marcadores de inflamación, comparadas con una dieta pobre en grasas convencional, cuando se ajustan cuidadosamente respecto al contenido en fibra y macronutrientes

Tratamiento médico
Algunos casos de SOPQ cursan con hipotiroidismo. Las pruebas de laboratorio de función tiroidea con frecuencia resultan normales en pacientes con datos clínicos indicativos de hipotiroidismo, y el tratamiento con hormona tiroidea logra mejorías clínicas en muchos pacientes. Por tanto, hay que considerar un intento empírico con hormona tiroidea en pacientes con SOPQ y datos clínicos de hipotiroidismo.
También se deben tener en cuenta los anticuerpos tiroideos a la hora de prescribir un tratamiento empírico con hormona tiroidea a mujeres con SOPQ. A menudo se prescribe metformina para mejorar la resistencia a la insulina, y el tratamiento con este fármaco en ocasiones logra restablecer la ovulación. Otros tratamientos son los fármacos citrato de clomifeno (para inducir la ovulación) y espironolactona (un antiandrógeno), así como anticonceptivos orales (para las irregularidades menstruales y el hirsutismo).

Tratamiento nutricional médico
Las intervenciones nutricionales potencialmente útiles en mujeres con SOPQ consisten en modificaciones dietéticas dirigidas a favorecer la sensibilidad a la insulina. 
Esto supone restringir los hidratos de carbono refinados y las calorías totales, consumir alimentos ricos en fibra y tomar múltiples comidas de escasa cuantía. Algunas pacientes con resistencia a la insulina responden mejor con dietas ricas en hidratos de carbono complejos (cerca del 60% de las calorías totales), mientras que a otras les resultan más eficaces las dietas pobres en hidratos de carbono (≤40% de las calorías totales).
Además, se ha comunicado que los suplementos de vitamina D3 (800-1.200 UI/día) y de picolinato de cromo (200-1.000 mg/día) mejoran la tolerancia a la glucosa, la secreción de insulina y la sensibilidad a la insulina. Un tratamiento breve con N-acetilcisteína (600 mg/12 h) podría ser útil como complemento del citrato de clomifeno en mujeres con infertilidad resistente a este último fármaco. Por último, el tratamiento con hormona tiroidea resultaría útil en mujeres con datos clínicos o pruebas de laboratorio indicativos de hipotiroidismo.



Fisiopatología del Sistema Endócrino



Fisiopatología 2

Unidad 1
Fisiopatología del sistema endócrino

a)              Síndrome metabólico
b)                Hipertiroidismo
c)                 Hipotiroidismo
d)           Climaterio y menopausia




Síndrome metabólico

El síndrome metabólico (SM) es un conjunto de anormalidades metabólicas consideradas como un factor de riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular y diabetes.

Dada la estrecha relación entre obesidad abdominal e insulino resistencia se ha planteado también que la obesidad abdominal sería el más importante de los factores de riesgo y e que conllevaría al desencadenamiento de las demás anormalidades en el síndrome.

La obesidad abdominal, que implica el aumento y acúmulo de grasa a nivel visceral (depósito de tejido graso principalmente en hígado, músculo y páncreas), tendría la mayor implicancia en el desarrollo del síndrome.

Esta grasa visceral implica la formación en el tejido graso de sustancias químicas llamadas adipoquinas, que favorecen estados proinflamatorios y protrombóticos, que a su vez van a conducir o contribuir al desarrollo de insulinoresistencia, hiperinsulinemia, alteración en la fibrinólisis y disfunción endotelial.







Las siguientes son sugerencias para una buena evaluación:

Evaluación del perímetro abdominal:
Debe realizarse con el paciente en posición de pie al final de una espiración normal, con los brazos relajadosa cada lado. La medida debe tomarse a la altura de la línea media axilar, en el punto imaginario que se encuentra entre la parte inferior de la última costilla y el punto más alto de la cresta iliaca (principal punto de referencia)

Determinación de glicemia en ayunas:
Debe realizarse con por lo menos ocho horas previas de ayuno y en las primeras horas de la mañana, pues sabemos que fisiológicamente nuestro organismo tendrá una respuesta hepática compensatoria si no ingerimos alimentos y la medición no será exacta. De igual forma, fisiológicamente tendremos una concentración de glucosa elevada para nuestra referencia si no guardamos el ayuno respectivo, mostrando los resultados valores posprandiales, para los cuales las referencias aceptadas son diferentes.

Determinación de triglicéridos y de colesterol HDL:
 También debe realizarse con por lo menos ocho horas previas de ayuno y en las primeras horas de la mañana. La concentración de triglicéridos puede variar según lo descrito para glucosa, no así el valor de HDL. Sin embargo, se recomienda que la medición de ambos sea en ayunas

• Medición de la presión arterial:
Debe realizarse cuando la persona esté descansada y tranquila. No debe tomarse después del ejercicio o si la persona se siente estresada. Recordemos que no estamos diagnosticando hipertensión arterial.
Por tanto, nuestro objetivo debe ser claro respecto al valor de referencia (130/85 mmHg) para el diagnóstico de SM. La medición podemos realizarla usando un monitor digital para presión arterial o un esfigmomanómetro y estetoscopio. La medición va a ser correcta en ambos casos si realizamos el procedimiento de manera adecuada.

La fisiopatología y origen del SM siguen en discusión. Sin embargo, la insulinorresistencia y la obesidad (principalmente incremento del perímetro abdominal) son las condiciones sugeridas como base para el desarrollo de este síndrome.
La evaluación del síndrome metabólico debe realizarse en todas las personas con sobrepeso u obesas y en aquellos que presenten algún factor de riesgo de diabetes o enfermedad cardiovascular, como hipertensión, diabetes, dislipidemia o sedentarismo.





Hipertiroidismo 

Fisiología de la glándula tiroidea

La glándula tiroidea es un órgano pequeño en forma de mariposa situado inmediatamente por debajo de la nuez. Aunque pesa menos de 30 g, produce hormonas que afectan literalmente a todos los órganos, tejidos y células del organismo, y por esto ejerce una gran influencia sobre la salud. La glándula tiroidea responde a la hormona estimuladora de la tiroides (TSH), una hormona secretada por la hipófisis. Al ser estimulada, la glándula tiroidea produce dos hormonas principales:

·     Tiroxina (T4), hormona tiroidea que recibe ese nombre por sus cuatro moléculas de yodo.
·         Triyodotironina (T3), hormona tiroidea con tres moléculas de yodo.
 La T3 es la forma más abundante y activa de las hormonas tiroideas que utiliza el organismo.

La glándula tiroidea regula múltiples procesos corporales, incluidos el metabolismo de las grasas y los hidratos de carbono, la temperatura y la frecuencia cardíaca. La tiroides también produce calcitonina, una hormona que participa en la regulación del calcio sanguíneo. Por último, la T3 inversa (rT3), un isómero de T3, deriva de la T4 sometida a la acción de la desyodasa.

 El organismo es incapaz de usar la rT3. La síntesis de estas hormonas necesita tirosina (un aminoácido fundamental para la producción de hormonas tiroideas) y yodo (un oligoelemento). Dentro de las células tiroideas, la hidrógeno peroxidasa oxida el yodo a yoduro, reacción denominada organificación del yodo. Al anillo tirosilo se le unen dos moléculas más de yodo en una reacción mediada por la peroxidasa tiroidea (TPO), una enzima de la tiroides responsable de la formación de hormonas tiroideas. Las hormonas tiroideas completas se liberan a la circulación: no obstante, los efectos metabólicos de las hormonas tiroideas se producen cuando las hormonas finalmente ocupan receptores tiroideos específicos.
Se calcula que una célula necesita de 5 a 7 veces más T4 unida a los receptores nucleares para lograr un efecto fisiológico, comparado con la T3.

Los procesos biosintéticos resultantes en la formación de hormonas tiroideas dentro de la glándula tiroidea están controlados por mecanismos de retroalimentación por parte del eje hipotálamo-hipófisis-tiroides (eje HHT). El eje HHT pertenece al sistema endocrino responsable de la regulación del metabolismo.
Como su nombre indica, está basado en el hipotálamo (pequeña estructura cónica situada en el centro inferior del encéfalo que comunica el sistema nervioso con el endocrino), la hipófisis (o glándula pituitaria, la glándula directora del sistema endocrino, situada en la base del encéfalo) y la glándula tiroidea.


Fisiopatología:
Habitualmente los pacientes tienen antecedentes familiares de varias enfermedades tiroideas autoinmunes, como enfermedad de Graves, tiroiditis de Hashimoto o tiroiditis posparto. En la enfermedad de Graves, el propio receptor de TSH es el autoantígeno principal, y el responsable del hipertiroidismo.
La glándula tiroidea está siendo constantemente estimulada por los autoanticuerpos circulantes que se unen al receptor de TSH, y la secreción hipofisaria de TSH está suprimida por la elevada producción de hormonas tiroideas. Estos anticuerpos estimulantes de la tiroides provocan la liberación de hormonas tiroideas y Tg, y también estimulan la captación de yodo, la síntesis de proteínas y el aumento de tamaño de la glándula tiroidea.




Tratamiento de los desequilibrios del eje
hipotálamo-hipófisis-tiroides

La glándula tiroidea está relacionada con las funciones hipotalámica, hipofisaria, inmunitaria, suprarrenal y cardiovascular, que influyen en resultados clínicos, celulares y moleculares.
1. Suministro de los precursores necesarios para la síntesis de T4.
El yoduro es el nutriente limitante para la producción de T4 en muchas personas. Las cantidades adecuadas marinas, sal yodada y marisco, son importantes para la formación de T4. La ingesta adecuada de proteínas dietéticas es importante para establecer una nutrición proteico-calórica correcta. Los suplementos de tirosinano parecen ser útiles para aumentar las hormonas tiroideas.

2. Reducción de los anticuerpos antitiroideos.
Distintos antígenos alimentarios podrían inducir anticuerpos que tengan una reacción cruzada con la glándula tiroidea. Para el hipotiroidismo de causa inexplicable, tal vez resultaría útil una dieta de eliminación que suprima los cereales con gluten, y posiblemente también la caseína, la proteína principal de la leche.
También se ha indicado que las toxinas ambientales podrían participar en la tiroiditis autoinmune y la disfunción tiroidea. Quizás sea beneficioso aplicar un soporte nutricional y proporcionar cantidades adecuadas de vitamina D para apoyar al sistema inmunitario.

3. Favorecimiento de la conversión de T4 en T3.
 Las sustancias nutricionales que ayudan a promover una desyodación adecuada por parte de la enzima 5’-desyodasa tipo 1 son la selenometionina (en forma de L-selenometionina) y el cinc (como glicinato o citrato de cinc). Estudios en personas han demostrado repetidamente que el déficit de cinc reduce la concentración de hormonas tiroideas. En niños con síndrome de Down, el sulfato de cinc podría reducir los anticuerpos tiroideos, mejorar la función tiroidea y disminuir la incidencia de hipotiroidismo subclínico.

4. Potenciación de la influencia de T3 sobre la bioenergética mitocondrial.
 Varias relaciones nutricionales importantes mejoran el efecto de las hormonas tiroideas sobre las mitocondrias. En animales, los suplementos de selenio mejoran la producción de T3 y disminuyen los autoanticuerpos tiroideos, al mismo tiempo que mejoran la producción de energía. Los suplementos de selenometionina logran aumentar la desyodación de T4, lo que podría mejorar la formación de trifosfato de adenosina al favorecer la actividad mitocondrial. Algunas fuentes alimentarias de selenio son coquitos de Brasil, pargo, bacalao, halibut, atún yellow fin, salmón, sardina, gambas, setas y cebada.

5. Vigilancia del uso de productos vegetales.
Según algunos estudios con animales, parece ser que ciertos preparados vegetales afectan a la actividad tiroidea. Los productos más significativos son Commiphora mukul (guggulesteronas, a base de extracto de guggul) y Withania somnifera (ashwagandha). Commiphora mukul posee una poderosa acción estimuladora de la tiroides. Su administración (1 mg/100 g de peso corporal) aumenta la captación de yodo en la tiroides, aumenta la actividad TPO y reduce la peroxidación de lípidos, indicando que la mayor formación periférica de T3 podría estar mediada por los efectos antioxidantes de esta planta. El extracto de raíz de Withania somnifera (ashwagandha), en dosis de 1,4 g/kg, aumentaría las concentraciones de T3 y T4 sin modificar la actividad 5’-desyodasa.

6. Control de la alteración del metabolismo de las hormonas tiroideas producida por los flavonoides. Los flavonoides, tanto naturales como sintéticos, son capaces de alterar el metabolismo de las hormonas tiroideas. Los derivados flavonoides sintéticos son capaces de reducir las concentraciones séricas de T4 y de inhibir la conversión de T4 en T3 y la eliminación metabólica de rT3 por parte de la 5’-desyodasa dependiente de selenio. Los flavonoides naturales parecen tener un efecto inhibitorio similar. De los flavonoides naturales, la luteolina (presente sobre todo en las hojas, pero también en apio, tomillo, diente de león, pimiento verde, Perilla frutescens, manzanilla, zanahorias, aceite de oliva, menta, romero y orégano) es el inhibidor más activo de la 5’-desyodasa. Como cada vez se usan más flavonoides, aislados o concentrados, con fines terapéuticos, sería deseable que se investigara más acerca de la posible influencia de estas sustancias en el metabolismo de las hormonas tiroideas.

7. Uso cauteloso de suplementos.
El ácido lipoico reduce la conversión de T4 en T3. Como habitualmente la reducción de la activación periférica de T3 posterior al tratamiento con T4 no supone una ventaja terapéutica, el uso de suplementos de ácido lipoico en pacientes con hipotiroidismo que reciban hormonas exógenas debe ser valorado con cautela.

8. Mantenimiento de las vitaminas necesarias.
Un nutriente absolutamente importante para establecer el equilibrio inmunitario y prevenir la producción de autoanticuerpos es la vitamina D. La vitamina D se considera una prohormona con propiedades antiproliferativas, diferenciadoras e inmunosupresoras. La vitamina D es un modulador inmunitario eficaz podría impedir el desarrollo de enfermedades autoinmunes, como la artritis y la esclerosis múltiple. Y viceversa, el déficit de vitamina D está asociado a múltiples trastornos autoinmunes, incluida la tiroiditis de Hashimoto. Más del 90% de las personas con enfermedades tiroideas autoinmunes tienen un defecto genético que afecta a su capacidad de metabolizar la vitamina D.
 El ácido ascórbico ha demostrado ser eficaz para prevenir el descenso de T3 y de la 5’-desyodación hepática inducidas por el cadmio.






Hipotiroidismo

Fisiopatología

La tiroiditis de Hashimoto es un trastorno autoinmune en el que el sistema inmunitario ataca y destruye la glándula tiroidea. Es la forma más frecuente de hipotiroidismo. La glándula tiroidea agrandada y crónicamente inflamada deja de funcionar, y las partes reactivas de la glándula se deterioran tras unos años. Los autoanticuerpos tiroideos indican que el sistema inmunitario está atacando al propio organismo y la presencia de un trastorno tiroideo autoinmune, ya sea hipertiroidismo o hipotiroidismo.
La tiroiditis de Hashimoto se diagnostica mediante análisis de anticuerpos específicos. Los anticuerpos antiperoxidasa tiroidea (Ac TPO) son proteínas inmunitarias que indican que
el sistema inmunitario está atacando a la TPO en la glándula tiroidea. El análisis de los Ac TPO es la prueba más importante, porque la TPO es la enzima responsable de la producción de hormonas tiroideas, y la diana más frecuente del ataque producido en la tiroiditis de Hashimoto. Los anticuerpos tiroglobulina (Ac TGB) son proteínas inmunitarias que indican que el sistema inmunitario está atacando a la tiroglobulina en la glándula tiroidea. En ocasiones también es necesaria esta prueba porque son el segundo objetivo más frecuente en la
tiroiditis de Hashimoto.
El síndrome de Schmidt consiste en hipotiroidismo junto con otros trastornos endocrinos, como enfermedad de Addison (insuficiencia suprarrenal), hipoparatiroidismo y diabetes mellitus, que podrían tener todos ellos una naturaleza autoinmune.
El síndrome del enfermo eutiroideo consiste en hipotiroidismo asociado a una enfermedad sistémica grave que reduce la conversión periférica de T4 en T3, aumenta la conversión de T3 a rT3 inactiva y disminuye la unión de hormonas tiroideas. Enfermedades asociadas a este síndrome son desnutrición proteicocalórica, trauma quirúrgico, infarto de miocardio, insuficiencia renal crónica, cetoacidosis diabética, anorexia nerviosa, cirrosis, quemaduras y sepsis. Una vez tratada la causa subyacente, el problema suele resolverse

Desencadenantes

Estrés suprarrenal y estrés oxidativo. La hipofunción tiroidea casi siempre es secundaria a otros trastornos, a menudo agotamiento suprarrenal. El agotamiento suprarrenal (estrés suprarrenal) denota un síndrome causado por la menor capacidad de las glándulas suprarrenales de responder adecuadamente al estrés (Wilson, 2008). Las glándulas suprarrenales son dos glándulas situadas encima de los riñones, y son las responsables principales de dirigir la adaptación del organismo a cualquier tipo de estrés.

 El estrés suprarrenal crónico causa los siguientes problemas:

• Afecta a la comunicación entre el encéfalo y las glándulas secretoras de hormonas.
 El hipotálamo y la hipófisis dirigen la producción de hormonas, incluidas las tiroideas. Cuando el hipotálamo y la hipófisis están debilitados por el estrés suprarrenal crónico, no son capaces de comunicarse eficazmente
con la glándula tiroidea.
• Aumenta la actividad de la proteína fijadora de hormonas tiroideas
 de modo que las hormonas no pueden entrar en las células para cumplir su misión.
• Dificulta la conversión de T4 a T3, forma activa que puede usar el organismo.
• Interfiere con las vías de degradación por las que se eliminan del organismo las hormonas tiroideas innecesarias
contribuyendo a una resistencia a las hormonas tiroideas.
Provoca que las células pierdan sensibilidad a las hormonas
tiroideas.
• Debilita las barreras inmunitarias del tubo digestivo, los pulmones

Envejecimiento.

 El mantenimiento de la función tiroidea parece ser un marcador importante del envejecimiento saludable.
La incidencia de hipotiroidismo (tiroides hipoactiva) aumenta con la edad. A los 60 años, el 9-17% de hombres y mujeres tienen una tiroides hipoactiva.

Gestación.

 La disfunción tiroidea se ha relacionado con complicaciones obstétricas como parto prematuro, hipertensión gestacional, preeclampsia y desprendimiento de placenta.
Para prevenir problemas fetales, debe administrarse yodo antes de la gestación o en las primeras etapas de la misma. En países o regiones donde menos del 90% de las casas utilizan sal yodada y la concentración media de YU en escolares es inferior a 100 mg/l, la OMS recomienda suplementos de yodo en la gestación y la lactancia








Tratamiento nutricional médico

Está bien establecida la participación de varios nutrientes en la salud tiroidea, especialmente yodo y selenio. Como el yodo tiene una función crítica en la síntesis de hormonas tiroideas, este oligoelemento mineral ha recibido históricamente más atención que ningún otro respecto a los trastornos tiroideos.
Otras deficiencias de micronutrientes como el hierro, el selenio, la vitamina A y posiblemente también el cinc podría interaccionar con el estado nutricional del yodo y la función tiroidea

Ayuno o dietas restrictivas.

 La restricción de calorías y de hidratos de carbono es capaz de reducir radicalmente la actividad de las hormonas tiroideas. La variación interindividual es muy amplia: en la respuesta influyen genética, obesidad, sexo y contenido en macronutrientes de la dieta hipocalórica. El estado nutricional y el gasto energético afectan a la función tiroidea a nivel central en la secreción de TSH, en la desyodación y posiblemente en otros puntos. Como durante la restricción calórica aparece un aumento de rT3 a expensas de T3, es posible que las vías hepáticas desempeñen un papel importante en el control metabólico del equilibrio energético. Sin embargo, cuando la restricción calórica supera las 3 semanas, los valores de T4 y rT3 vuelven a la normalidad.

El ayuno también ejerce una poderosa influencia sobre el metabolismo de las hormonas tiroideas. Elevaciones discretas del cortisol endógeno podrían ser responsables en parte. Las cetonas generadas por la falta de calorías no parecen suprimir la producción de T3 y la actividad 5’-desyodasa hepática. No obstante, no está claro si las cetonas ejercen un efecto similar en una dieta con suficientes calorías. En las dietas hipocalóricas disminuye la eliminación de rT3 por 5’-desyodación. Las calorías y el balance energético también podrían influenciar el metabolismo de las hormonas tiroideas en períodos de aumento del consumo de calorías, en los que la eliminación de rT3 por 5’-desyodación está aumentada realmente. Con dietas hipocalóricas, se reduce la destrucción de rT3 por 5’-desyodación; sin embargo, la eliminación de rT3 por 5’-desyodación aumenta con dietas hipercalóricas.

Bocígenos.
 Los alimentos vegetales cianógenos (coliflor, brócoli, repollo, coles de Bruselas, semilla de mostaza, nabo rábano, brotes de bambú y mandioca) ejercen una actividad antitiroidea mediante la inhibición de la TPO. La hidrólisis de ciertos glucosinolatos presentes en hortalizas crucíferas (p. ej., progoitrina) puede dar lugar a la goitrina, un compuesto que interfiere con la síntesis de hormonas tiroideas. La hidrólisis de indol glucosinolatos libera iones de tiocianato, que compiten con el yodo para ser captados por la glándula tiroidea. No obstante, una mayor exposición a iones de tiocianato procedentes de plantas crucíferas no aumenta el riesgo de hipotiroidismo a no ser que se acompañe de déficit de yodo.
La soja, una importante fuente de proteínas en muchos países en desarrollo, también tiene propiedades bociógenas cuando la ingesta de yodo está limitada. Las isoflavonas, genisteína y daidceína, inhiben la actividad de la TPO y pueden reducir la síntesis de hormona tiroidea. Además, la soja interrumpe el ciclo enterohepático del metabolismo de las hormonas tiroideas. No obstante, consumos altos de isoflavonas de la soja no parecen aumentar el riesgo de hipotiroidismo cuando la ingesta de yodo es adecuada.
Desde la adición de yodo a las leches maternizadas de soja en la década de los 60, no se han descrito más casos de hipotiroidismo en lactantes alimentados con leches maternizadas de soja.
Yodo.
 Como oligoelemento, la cantidad de yodo presente en el organismo es de 10-15 mg, y el 70-80% está en la glándula tiroidea. El 90% está unido orgánicamente a la tiroglobulina (Tg). El yodo se absorbe activamente en la glándula tiroidea para participar en la producción de las hormonas tiroideas metabólicamente activas, T4 y T3. Se calcula que la glándula tiroidea debe capturar como mínimo 60 mg de yoduro (la forma ionizada del yodo) al día para asegurar el aporte adecuado para la producción de hormonas tiroideas.
La ingesta inadecuada de yodo altera la función tiroidea y provoca distintos trastornos.
Estudios de intervención, aleatorios y controlados, sobre poblaciones con déficit de yodo han demostrado que administrar hierro junto con el yodo conseguía mejores resultados respecto a la función y el volumen tiroideos que administrar únicamente yodo. También es clave para la función tiroidea, como cofactor principal y estimulador de la enzima TPO. En la tiroiditis de Hashimoto, enfermedad autoinmune, los suplementos de yodo pueden empeorar el trastorno. Como el yodo estimula la producción de TPO, esto a su vez aumenta espectacularmente los anticuerpos anti-TPO (Ac TPO), provocando un brote autoinmune.

Hierro.
 Históricamente, se creía que la hipofunción tiroidea podía causar anemia. Estudios recientes indican que la hipofunción tiroidea sería secundaria a ferropenia o anemia. El motivo es que la TPO es una enzima glucosilada, con un grupo hemo dependiente del hierro.
 La inserción del hierro ligado al grupo hemo en la TPO es necesaria para que la enzima se sitúe en la superficie apical de los tirocitos (o células epiteliales tiroideas), ayudando así a la TPO a catalizar los dos primeros pasos de la síntesis de hormonas tiroideas. Una evaluación completa de los parámetros relativos al hierro probablemente ayude a identificar la causa de muchos casos de disfunción tiroidea.

Selenio.
 El selenio, en forma de selenocisteína, es un cofactor de la 5’-desyodasa. Si no hay suficiente selenio, la actividad desyodasa está alterada, provocando menor capacidad de transformar la T4 en T3.
El selenio participa en la red de antioxidantes. Colabora en la inactivación metabólica de sustancias dañinas al formar parte del glutatión peroxidasa, una enzima cuya principal misión es proteger al organismo del daño oxidativo.
 Varios estudios describieron beneficios del tratamiento con selenio en la tiroiditis de Hashimoto y la enfermedad de Graves. Algunos investigadores han propuesto que la actividad de la 5’-desyodasa podría reducirse con una ingesta elevada de selenio, indicando que la cantidad segura de selenio dietético es de 500 mg/día como máximo.

Tratamiento nutricional médico

Está bien establecida la participación de varios nutrientes en la salud tiroidea, especialmente yodo y selenio. Como el yodo tiene una función crítica en la síntesis de hormonas tiroideas, este oligoelemento mineral ha recibido históricamente más atención que ningún otro respecto a los trastornos tiroideos.
Otras deficiencias de micronutrientes como el hierro, el selenio, la vitamina A y posiblemente también el cinc podría interaccionar con el estado nutricional del yodo y la función tiroidea
Ayuno o dietas restrictivas.
 La restricción de calorías y de hidratos de carbono es capaz de reducir radicalmente la actividad de las hormonas tiroideas. La variación interindividual es muy amplia: en la respuesta influyen genética, obesidad, sexo y contenido en macronutrientes de la dieta hipocalórica. El estado nutricional y el gasto energético afectan a la función tiroidea a nivel central en la secreción de TSH, en la desyodación y posiblemente en otros puntos. Como durante la restricción calórica aparece un aumento de rT3 a expensas de T3, es posible que las vías hepáticas desempeñen un papel importante en el control metabólico del equilibrio energético. Sin embargo, cuando la restricción calórica supera las 3 semanas, los valores de T4 y rT3 vuelven a la normalidad.

El ayuno también ejerce una poderosa influencia sobre el metabolismo de las hormonas tiroideas. Elevaciones discretas del cortisol endógeno podrían ser responsables en parte. Las cetonas generadas por la falta de calorías no parecen suprimir la producción de T3 y la actividad 5’-desyodasa hepática. No obstante, no está claro si las cetonas ejercen un efecto similar en una dieta con suficientes calorías. 
En las dietas hipocalóricas disminuye la eliminación de rT3 por 5’-desyodación. Las calorías y el balance energético también podrían influenciar el metabolismo de las hormonas tiroideas en períodos de aumento del consumo de calorías, en los que la eliminación de rT3 por 5’-desyodación está aumentada realmente. Con dietas hipocalóricas, se reduce la destrucción de rT3 por 5’-desyodación; sin embargo, la eliminación de rT3 por 5’-desyodación aumenta con dietas hipercalóricas.

Bocígenos.
 Los alimentos vegetales cianógenos (coliflor, brócoli, repollo, coles de Bruselas, semilla de mostaza, nabo rábano, brotes de bambú y mandioca) ejercen una actividad antitiroidea mediante la inhibición de la TPO. La hidrólisis de ciertos glucosinolatos presentes en hortalizas crucíferas (p. ej., progoitrina) puede dar lugar a la goitrina, un compuesto que interfiere con la síntesis de hormonas tiroideas. La hidrólisis de indol glucosinolatos libera iones de tiocianato, que compiten con el yodo para ser captados por la glándula tiroidea. No obstante, una mayor exposición a iones de tiocianato procedentes de plantas crucíferas no aumenta el riesgo de hipotiroidismo a no ser que se acompañe de déficit de yodo.
La soja, una importante fuente de proteínas en muchos países en desarrollo, también tiene propiedades bociógenas cuando la ingesta de yodo está limitada. Las isoflavonas, genisteína y daidceína, inhiben la actividad de la TPO y pueden reducir la síntesis de hormona tiroidea. Además, la soja interrumpe el ciclo enterohepático del metabolismo de las hormonas tiroideas. No obstante, consumos altos de isoflavonas de la soja no parecen aumentar el riesgo de hipotiroidismo cuando la ingesta de yodo es adecuada.
Desde la adición de yodo a las leches maternizadas de soja en la década de los 60, no se han descrito más casos de hipotiroidismo en lactantes alimentados con leches maternizadas de soja.
Yodo.
 Como oligoelemento, la cantidad de yodo presente en el organismo es de 10-15 mg, y el 70-80% está en la glándula tiroidea. El 90% está unido orgánicamente a la tiroglobulina (Tg). El yodo se absorbe activamente en la glándula tiroidea para participar en la producción de las hormonas tiroideas metabólicamente activas, T4 y T3. Se calcula que la glándula tiroidea debe capturar como mínimo 60 mg de yoduro (la forma ionizada del yodo) al día para asegurar el aporte adecuado para la producción de hormonas tiroideas.
La ingesta inadecuada de yodo altera la función tiroidea y provoca distintos trastornos.
Estudios de intervención, aleatorios y controlados, sobre poblaciones con déficit de yodo han demostrado que administrar hierro junto con el yodo conseguía mejores resultados respecto a la función y el volumen tiroideos que administrar únicamente yodo. También es clave para la función tiroidea, como cofactor principal y estimulador de la enzima TPO. En la tiroiditis de Hashimoto, enfermedad autoinmune, los suplementos de yodo pueden empeorar el trastorno. Como el yodo estimula la producción de TPO, esto a su vez aumenta espectacularmente los anticuerpos anti-TPO (Ac TPO), provocando un brote autoinmune.

Hierro.
 Históricamente, se creía que la hipofunción tiroidea podía causar anemia. Estudios recientes indican que la
hipofunción tiroidea sería secundaria a ferropenia o anemia. El motivo es que la TPO es una enzima glucosilada, con un grupo hemo dependiente del hierro. La inserción del hierro ligado al grupo hemo en la TPO es necesaria para que la enzima se sitúe en la superficie apical de los tirocitos (o células epiteliales tiroideas), ayudando así a la TPO a catalizar los dos primeros pasos de la síntesis de hormonas tiroideas. Una evaluación completa de los parámetros relativos al hierro probablemente ayude a identificar la causa de muchos casos de disfunción tiroidea.

Selenio.
 El selenio, en forma de selenocisteína, es un cofactor de la 5’-desyodasa. Si no hay suficiente selenio, la actividad desyodasa está alterada, provocando menor capacidad de transformar la T4 en T3.
El selenio participa en la red de antioxidantes. Colabora en la inactivación metabólica de sustancias dañinas al formar parte del glutatión peroxidasa, una enzima cuya principal misión es proteger al organismo del daño oxidativo.
 Varios estudios describieron beneficios del tratamiento con selenio en la tiroiditis de Hashimoto y la enfermedad de Graves. Algunos investigadores han propuesto que la actividad de la 5’-desyodasa podría reducirse con una ingesta elevada de selenio, indicando que la cantidad segura de selenio dietético es de 500 mg/día como máximo.


















Climaterio y menopausia

La menopausia natural es un evento fisiológico definido como el último periodo menstrual. Representa el cese permanente de las menstruaciones debido a la pérdida de la función ovárica ocasionada por la edad La menopausia natural o espontánea se identifica en forma retrospectiva una vez que han transcurrido 12 meses de amenorrea, ya que no existen otros marcadores específicos para establecer el diagnóstico en forma más temprana y precisa.

 La menopausia inducida es la que se origina por extirpación quirúrgica de los ovarios, por radiaciones o
medicamentos citotóxicos. Cuando la menopausia aparece antes de los 40 años de edad se le denomina menopausia prematura, y cuando es entre los 40 y los 45 años, se conoce como menopausia temprana.

A la situación caracterizada por amenorrea temporal (mayor a cuatro meses) e incremento de las gonadotropinas hipofisarias en mujeres menores de 40 años de edad se denomina insuficiencia ovárica primaria.

El climaterio corresponde al periodo de transición de la etapa reproductiva a la no reproductiva y comprende
toda la transición menopáusica y una fracción no determinada de la posmenopausia.

ETAPAS DEL ENVEJECIMIENTO OVÁRICO

La menopausia natural no es un evento aislado, sino el final de un proceso biológico de duración variable (5 a 10 años) a lo largo del cual se produce la declinación de la función ovárica.
la menopausia es precedida por la etapa reproductiva y la transición menopáusica, y seguida por la etapa posmenopáusica. En este sistema se distinguen siete estadios numerados con respecto al último sangrado endometrial.






Etiología


La menopausia natural parece estar determinada por los genes, pero los mecanismos que regulan no se han esclarecido por completo. De los diversos factores que se han investigado como posibles modificadores de la edad de aparición de la menopausia, sólo el tabaquismo se ha asociado de manera consistente con su manifestación más temprana, adelantándola en dos o tres años.
La insuficiencia ovárica primaria puede resultar de anormalidades cromosómicas o génicas, así como de padecimientos autoinmunes que afectan órganos específicos, tejido conectivo, o ambos. Sin embargo, la mayor parte de los casos son idiopáticos.
Los medicamentos que ocasionan daño ovárico, con mayor frecuencia son ciclofosfamida, medoretamina
(mostaza nitrogenada) y citotóxicos similares. Otras causas de menopausia inducida son radiaciones pélvicas y extirpación quirúrgica de los ovarios.

FISIOPATOLOGÍA

Menopausia natural

En general, se acepta que la depleción de folículos es el evento principal de la senescencia ovárica, aunque no se descarta que mecanismos centrales puedan participar en el inicio de los cambios que ocurren en el nivel de la gónada.
En la etapa reproductiva media (estadio -4) la mayoría de los ciclos son ovulatorios y las menstruaciones regulares. se distinguen tres fases: folicular o proliferativa, periovulatoria y lútea o secretora. Al inicio de la fase folicular la secreción de estradiol se encuentra en su nivel más bajo, y por acción de las gonadotropinas, FSH y LH, se incrementa en forma progresiva hasta alcanzar concentraciones en suero de > 200 pg/mL.

Al finalizar la etapa reproductiva (estadio -3) la cantidad de folículos ha disminuido y la producción de inhibina
B y de AMH es menor.  La producción de estradiol se vuelve errática, en ocasiones es insuficiente y en otras normal o excesiva, rebasando las concentraciones fisiológicas. La cantidad subnormal de estradiol circulante dará lugar a disminución o abolición de la secreción cíclica de LH, lo cual desde el aspecto clínico se traduce en anormalidades de la fase lútea y anovulación, respectivamente. Estas alteraciones corresponden a las irregularidades menstruales observadas en la transición menopáusica. Conforme ésta avanza la ovulación se torna menos frecuente y el estradiol decrece hasta resultar insuficiente para estimular el endometrio, por lo que se establece la amenorrea.
En la etapa posmenopáusica temprana persiste la inestabilidad hormonal que, al cabo de un tiempo no precisado, desaparece.
 Por último, en la posmenopausia tardía la secreción de estradiol ovárico es casi nula y sus concentraciones en suero son casi indetectables (< 15 pg/ mL). El principal estrógeno circulante es la estrona, proveniente de la aromatización periférica de la androstendiona producida en la glándula suprarrenal y en el tejido intersticial del ovario, cuya actividad biológica es menor que la del estradiol. En la mayoría de las mujeres posmenopáusicas, las gonadotropinas se mantienen elevadas por el resto de la vida (FSH > 30 mUI/mL).

Con la edad disminuye la producción de los andrógenos sin tener relación con la menopausia. Por eso no se ha definido un síndrome de hipoandrogenismo o insuficiencia androgénica. Sólo en mujeres con ooforectomía
bilateral las concentraciones de testosterona pueden reducirse hasta en 50%. No hay cambios en las concentraciones de prolactina, hormona adrenocorticotrópica (ACTH) o cortisol.